domingo, 1 de abril de 2012

Nosotros, los infames



1. EN TIERRA DE NADIE                                                

    Decían de ellos que eran los héroes:
Posaban su bandera en las estrellas,
Conquistaban las tierras, lideraban
Los ejércitos, cruzaban el mar…
Y plasmaban su figura en la piedra
O edificaban suntuosos palacios.
¿Qué importa la dignidad del vencido?

    Detrás, en la sentina de la historia,
Se multiplican, sin nombre y sin rostro,
Los que respetando viejos altares
Prefirieron el pacto a la victoria,

Los que prefirieron casas de adobe
A navegar en busca de El Dorado,
Los que dieron la espalda en la batalla
Y huían con sus hijos en los hombros.

    Sin saberlo, ellos eran nosotros,
Los desertores, los nombres infames,
Los débiles ocultos, los cobardes,
Los supervivientes, los que sabemos
Que la debilidad es nuestra fuerza.

Nosotros, arbustos de hondas raíces
De hoja discreta y perenne y sin flores.

Nosotros, innumerables infames,
Nosotros, cuyo nombre nadie sabe.

Nosotros heredaremos la tierra.





2. RETORNOS AL OK CORRAL (La hora de las pistolas)


  Recuerdo haber visto de niño la película "La hora de las pistolas" y me produjo algún tipo de desazón: por primera vez, matar, incluso en el lejano oeste, dejaba huellas. La maldición posterior sobre los vencedores del OK Corral fue un recuerdo  inquietante: también yo era el mayor de mis hermanos, como Wyatt Earp. Recientemente volví a ver la película y me pareció muy inferior al recuerdo que me había dejado. También en eso seguía siendo una metáfora de la vida.

¿Es posible esperar sin inmutarse
la bala que se clavará en la frente?
Tal vez será el hechizo de saber
que solo es cuestión de tiempo que llegue

a su destino. Y el hechizo se hace
convicción: OK Corral es la vida,
la metáfora invisible, el combate
junto a tus hermanos y un médico ebrio.

Es más duro sobrevivir a todos,
limpiar el orín que cubre sus nombres.
Esperar que llegue tu turno es fácil,

(aun sabiendo que serás difamado,
que nadie desmentirá las calumnias)
y aceptar que tu lugar era ese.




3. RUMBO AL NAUFRAGIO

   Nadie pensó que yo no pretendía
navegar, que embarqué por la costumbre
de no detenerme. Mala es la lumbre
que no alumbra con energía,
     y mal negocio fue nombrarme guía,
forzarme a presentar, limpias de herrumbre,
viejas credenciales, la incertidumbre
de un pasado disuelto en agua fría.
    Ni el viejo casco ni los viejos cables
ofrecen confianza a estas alturas;
mas no alzo la voz, me lamento a solas
    porque sé que no hay puertos perdurables.
Y el barco ha de alcanzar islas impuras
y me culparán a mí, no a las olas.