Cuando los (anti)héroes son obsesos, cobardes, insignificantes, la magia de la literatura nos acerca a su infierno interior y leemos sus pensamientos lamentables con nuestras palabras.
OTELO ENVENENA SU ÚLTIMO BESO
Como una higuera estéril sobrevive
y, más allá de su fruto imposible,
se yergue, altiva, inútilmente verde.
Como el vino se corrompe en
vinagre
y la ebriedad se corrompe en resaca
aun sin la corrupción de la bodega.
Es preferible ocultar, por
pudor,
ese diablo egoísta, ese parásito
a quien, por rutina, llamamos alma
(mejor la cortesía del
hipócrita
que la miserable sinceridad
de quien todo exige y no ofrece nada).
Sean, pues, enterrados
juntamente
agua dulce y salada, perro y rabia:
sin amores eternos, sin reproches.
Mas, ¿cómo explicarse que, una
vez muerto
al amor lo sustituyan los celos,
sus hijos deformes, bastardos, póstumos?
MONSIEUR BOVARY VIAJA EN EL METRO
En otro país, en otro tiempo, en otro
cuerpo,
podría haber amado y ser amado,
convertido en un andante caballero
o en un Marqués de Bradomín galante,
o Lord Byron encamado con Juana la Loca.
(¿Acaso no
ves
la
invitación que lanzan sus ojos?)
Pero eso en otro cuerpo, no en el suyo,
desatendido por la dejadez del sofá
y lleno de prejuicios contra sí mismo…
Arrinconado en el último vagón,
piensa en ella,
imagina sus miradas incendiarias...
En ella,
ante quien enmudece el cortejo
torpemente planeado.
(¿Le
importa si me siento aquí?)
Viernes. Acaso el cine,
en la butaca con una esposa
a quien también amó así alguna vez,
cuando le parecía inalcanzable,
antes de intercambiar las primeras
palabras…
(Espere,
que retiro el bolso)
Al cabo del tiempo,
volverán las oscuras golondrinas,
y colgarán los nidos, pero no en su
balcón.
Sospecha que no volverá
a encontrar tan bella a otra mujer,
porque esta arrastrará la perfección del
amor no consumado
y permanecerá siempre en su memoria
tal como dibuja la fantasía,
perfectamente perfecta.
(Disculpe,
¿se apea en esta estación?)
Eso sí, nadie penetrará
en sus pensamientos ni en sus sueños.
Allí no deberá renunciar
a la felicidad del aburrimiento
a cambio de una pasión olvidable,
como esta de recorrer el andén
mirando la espalda de la mujer que se
aleja,
la desconocida con quien coincide a menudo
en la estación de Delicias.
(Pura
ironía el nombre, reconócelo.)
Ella también, o, mejor dicho, ella
tampoco.
No es un buen momento
para pasiones destructivas,
con la hipoteca, el partido del domingo
y tanta vida por delante.
En algo hay que entretenerse
de vuelta a casa, antes del trasbordo.
... Y hoy llegará antes de lo previsto.
Seguramente Emma estará leyendo
alguna novela cuyo título ignora.
Lo que sabe con absoluta seguridad
es que él no
protagoniza la historia.
SANCHO PANZA PRESENTA SU DIMISIÓN
Esta tarde cae el cielo por la frente y yo
no tengo ganas de nacer de nuevo.
Tal vez ni siquiera echo en falta
haber nacido junto a mi soledad,
ahora o en otro tiempo,
aquí o en otro lugar…
He aquí las llamas de la caverna
primera, que se enrosca
en la última primavera.
¿Y vos
os decís mi señor?
No
conozco más señor que el dolor.
Que yo
nací sin honor,
que ya no quiero ser vuestro escudero.
Tal vez en el
útero remoto…
Mi primer
nido, oculta entre mis sueños,
nació esa
raíz que me roba el agua.
Se agotó el
oxígeno del que se nutría el fuego,
mi propia
necesidad de sobrevivir en el infierno.
Y yo si soy
un pez
y vos doña
primavera,
Sacadme de
una vez
De aquesta
oscura y fangosa pecera.
Sólo si hay
vida hay muerte
y la muerte
nació conmigo.
¿Es esto
filosofía? ¿Un cáncer
entre el
pulmón y la conciencia?
Enemigo
agazapado, oculto en mis células
más
delicadas…
Oh, sí, un
lento desfallecimiento.
Déjese de Montesinos, que yo esperaba
veros en plena batalla cuando
entré
al fondo de la cava
y os hallé
felizmente roncando.
Y yo
no tengo
ganas de heredar una conciencia,
no tengo
ganas de vivir o morir.
Más bien
sucede, a mi pesar
que la
respiración o el pensamiento
me duelen en cada instante.
Así
pues, mi señor,
Lo tengo
decidido.
Lucíos
vos en el palco de honor,
Que
yo, feliz, me despido.