TRES VIAJES
“Tres viajes en uno, el real pero ya transcurrido, el imaginario pero presente en la palabra, y el que otro hará en el futuro siguiendo las huellas del pasado” (Julio Cortázar)
1. EL VIAJE PERPETUO
Tal vez sea pedir
demasiado
Para un árbol de
fuertes raíces
Romper el alba al
sol de Tijuana,
Compartir la esperanza de joven fugitiva,
Soportar el frío
de una celda
Bajo la piel de
Nelson Mandela
Y recobrar la
limpia sonrisa
De una niña
saharaui en Smara,
En la taza de té,
al abrigo de una jaima.
Tal vez sea pedir
demasiado
Ver el anochecer
de Poseidón y el templo
Sobre el Cabo
Sunión, con los ojos de Lord Byron,
Cantar nanas
tristes en el puerto
A la sirena, hasta
amanecer
Cien años en
Macondo… Y ser o no ser, tal vez.
Pero aún conservo
la esperanza
De borrar los
colores, difuminar los himnos.
La única ley es
respirar
Y una sola bandera
es la palabra.
No hay más patria
que el vientre que ha engendrado a mis hijos.
Mi pasaporte es la
humanidad.
2. RETORNO A LOS BRAZOS DE ÍTACA
2. RETORNO A LOS BRAZOS DE ÍTACA
Uno
no sabe qué es Ítaca hasta que ha superado
cierta edad. Allí quedó el mito de la tierra que nos esperaba y a la que
solo algunas veces
regresamos. No siempre reencontramos a nuestros “hermanos en armas”, y
sabemos que ya no deseamos vivir allí de nuevo. Pero, a cambio, en
nuestros sueños, en Ítaca,
nunca estamos solos.
Recuerdo cuando entraban, hace
tiempo, en el puerto
Y muchos deseaban seguir allí amarrados,
Con un pie en la cubierta y el otro pie en la dársena,
La brisa los unía y el mar era el misterio,
El reto de alcanzar la más remota isla.
Después llegó la vida, pero esa es otra historia.
Ya sabían
que no volverán a estar juntos
E intuían que nunca podrán ser tan felices
Y sintiéndose aún jóvenes para siempre.
Volví al
embarcadero, allí estaban sus rostros.
Hicimos el recuento. Hay naves encalladas
Entre el ojo del cíclope y el canto de sirenas,
Hechizos de Calypso o víctimas de Eolo.
Pero allí
estaba Ítaca tan bella como nunca,
El muelle y la pradera y el cielo luminoso
Y el tiempo detenido sobre la escalinata
Del palacio de Ulises cerrado por festivo.
Los brazos
de Ítaca obraron el prodigio,
Teñimos nuestras canas de viejos marineros.
Entonamos los himnos, tapamos las heridas,
Inmortales de nuevo, jóvenes para siempre.
Es inevitable comentar que este poema lo escribí tras habérseme diagnosticado un cáncer de pulmón. Resultó ser una falso positivo, pero las vivencias que tuve durante algún tiempo adquirieron una particular intensidad, así como los lugares que se evocan sin nombre en el poema.
Entiéndase también como un homenaje personal a Alcañiz, Aranjuez, La Playa de La Concha, la piscina cubierta de Segovia, Triana, El Montón de Trigo y Peña Labra, Olleros de Pisuerga, Fuente Olmedo, Tortosa, mi casa, la Calle Real y el recientemente clausurado Hospital Puerta de Hierro.
Es inevitable comentar que este poema lo escribí tras habérseme diagnosticado un cáncer de pulmón. Resultó ser una falso positivo, pero las vivencias que tuve durante algún tiempo adquirieron una particular intensidad, así como los lugares que se evocan sin nombre en el poema.
Entiéndase también como un homenaje personal a Alcañiz, Aranjuez, La Playa de La Concha, la piscina cubierta de Segovia, Triana, El Montón de Trigo y Peña Labra, Olleros de Pisuerga, Fuente Olmedo, Tortosa, mi casa, la Calle Real y el recientemente clausurado Hospital Puerta de Hierro.
A Mari Carmen, que estaba conmigo o con el móvil a mano.
No pido gran cosa, solo tiempo,
Tierra, agua y cielo,
Ojear sin rumbo, como quien conquista el universo,
Hablar con el aire y sentirme aire,
Subir un día una montaña y otro día otra montaña,
Cruzar una playa abarrotada, sin conocer a nadie,
Nadar la piscina de siempre, con las mismas brazadas,
Mirar en el espejo de un ancho río la caída de la tarde,
Pasear por una ciudad que no había pisado nunca antes,
Volver a un pueblo al que amé y fotografiar su plaza,
Aplaudir a un grupo de adolescentes músicos,
Redescubrir desde niño las mismas calles,
Reencontrar amigos cuya pista perdí hace lustros,
Despertar cada mañana empapado en sudor,
Vivir pendiente de cada día. Y cada hora. Y cada minuto.
Soñar con una abeja gigante y ser inmune a su aguijón,
Inspirar ansiosamente con un pulmón recién operado,
Digerir analgésicos como quien degusta una cena,
(¿A quién puede importarle, a estas alturas, la felicidad?)
Y ascender a un punto alto, y contemplar el horizonte
Y no pensar,
Y no pensar,
Y vencer el dolor y la inseguridad y la impotencia,
Y pisar con fuerza la tierra.
Y vivir, vivir… Vivir sin más.
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