ROMANCES DE PÍCAROS Y SÁTIROS
Dentro de la tradición castellana está el romance satírico. La gentileza de mi hermano Juan me invitó a escribir dos romances que imitaran ese estilo pícaro del siglo XIV y XV, con la intención de ponerles música. Ya está puesta, y alguna vez los ha incorporado en su repertorio la Ronda segoviana.
Gracias a ellos he recuperado una afición que tenía en mi época de estudiante (¡décadas ha!), cuando quería lanzar bromas a mis compañeros de clase. El tiempo hace que sea otro el objetivo; en este caso, se trata de la revisión de un par de leyendas segovianas.
Pueden oírse las grabaciones de la Ronda en:
https://www.youtube.com/watch?v=Ue92_vCIApI
https://www.youtube.com/watch?v=wcr0DuerJAg&t=111s
LEYENDA DE LA MOZA Y EL DIABLO
(De cuando el diablo hizo el acueducto para librarse de una moza que quiso cazarle)
Hace mucho, mucho tiempo,
iba a trancas y barrancas
una moza muy garbosa
muy cerquita de la plaza.
Bajaba cubos al río
y después los rellenaba
y cargaba con el peso
para subir al alcázar.
Y la moza maldecía
su suerte cada mañana:
"Me cago en todas las cuestas,
jopé cómo pesa el agua".
Un día vino el diablo
y le gustó la muchacha:
"Si te pesa mucho el cubo
te lo llevo hasta tu casa".
Y la chica le contesta
traspasándole la carga:
"Si tú me llevas el cubo
te doy mi cuerpo y mi alma".
Y el diablo maldecía
su suerte cada mañana:
"Me cago en todas las cuestas,
joé cómo pesa el agua".
Él cargaba con el peso
y ella vive descansada.
Un día el diablo le dice
que ya más cubos no aguanta.
"Voy a hacerte un acueducto
que arriba el agua te traiga.
Qué date tú con las piedras,
que este diablo se marcha".
Y el acueducto maldice
su suerte cada mañana:
"Me cago en todas las cuestas,
!joder, cómo pesa el agua!".
ROMANCE DE LA
DONCELLA OLALLA EN LAS CANONJÍAS
Allá por el siglo XIII,
Del alcázar para arriba,
Del alcázar para arriba,
Había un barrio en
Segovia,
Que llaman Las
Canonjías.
Tras sus muros y candados,
Ventanas y
celosías,
Vive muy
lujosamente
La cristiana clerecía.
Los señores de la iglesia
En este barrio se
aíslan
Por evitar
tentaciones
Que en otras calles
transitan.
Y como manda la ley,
Aquí mujeres no
habitan,
A no ser viejas y
feas,
O contrahechas y
bizcas.
Por su calle paseaba
Después de decir la
misa
Un canónigo muy pío
Cuando casi
anochecía.
En la puerta de La Claustra,
Que cierra la
Canonjía
Entre gritos y
sollozos
Pide auxilio una
chiquilla.
“Abrid, por amor de Dios,
Que no tengo otra
guarida,
Que me asaltaron
dos hombres
Y he escapado malherida”.
El canónigo espantado
Muchas veces se
santigua
Y en secreto abre
la puerta
A mujeres
prohibida.
En su casa la acomoda
Y allí la cura a
escondidas,
Con vendas y con
ungüentos
Va cerrando sus
heridas.
El cura la va curando
Y aprendiendo medicina,
Y a la vez también
descubre
Nociones de
geografía:
¡Qué bellos se ven los montes
Y el valle entre
las colinas
Y la cueva más
profunda
Tras la maleza
escondida!
Pasan días, pasan noches,
Y ya ha sanado la
chica,
Mas herido queda el
cura
En el tacto y en la
vista.
Se presenta muy solemne
En el cuarto de la
esquina:
“Ya tienes el
cuerpo sano,
Falta que Dios lo
bendiga”.
Y los hábitos se
quita
Y en el “dóminus
vobiscum”
El cuerpo se le
encabrita.
“Qué artilugio es el que asoma
De sus piernas,
señoría”.
“Eso no es sino un
hisopo
Para echarte agua
bendita”.
Y así el tiempo se volaba
Entre rezos y entre
risas,
Vestida de hombre
la lleva
Calle abajo, calle
arriba,
Los pechos los disimula
Con unas vendas
ceñidas
Y finge un bulto en
las piernas
Con un trapo de
cocina,
Mas ha llegado el momento
De llantos y
despedidas,
Porque ya no hay
quien disfrace
El bulto de la
barriga.
Cuentan que doña Olalla
Era el nombre de la
niña,
Única joven y bella
Que habitó la
canonjía.
Y cuentan también que un cura
En La Claustra, de
por vida,
Pone la oreja en la
puerta
Por si auxilio
solicitan.
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