Yo volé sobre el campo de batalla,
era un halcón posado en un otero
sobre un risco deforme, bajo el
cielo
rojizo de la tarde. La espadaña
me ofreció un nido, oculto en su
campana
herrumbrosa y retumba aún su cuello
negruzco, como la sombra de un
cuervo.
Vi que el pudor ocultaba sus
lágrimas,
los vi estrellarse contra las
alambradas,
los niños desnudos bajo el mortero,
las mujeres veladas en infiernos
de cuerpos dolientes, las amenazas
que derriban puertas, las llamaradas
del guardián de la esperanza, y el
fuego…
Nada puede cazar un halcón ciego,
ya renuncié a mi cuerpo y a mi alma.
MORTALIDAD DEL ÁNGEL
Todo empieza como empieza un sueño,
Un nido donde yace acurrucado
Cubierto de plumón el niño pájaro:
Las canicas por el suelo aún ruedan
Y, en rodillas y manos,
Los caminos del barro,
Los cromos repetidos y el invierno
De la tarde encendida -protegidas
Las manos- por la estufa de butano.
Más tarde, calle abajo,
Se ocultaban las botas militares
Tras la túnica de los Reyes Magos.
Quedan jirones, platos
Ángeles custodios del baby-boom,
Ese impensado optimismo del tiempo.
Nada que objetar, te curten los
años:
No toda escalera llega hasta el
cielo.
Y es que vivir atrapa,
Sueños y cansancio
De pantalones cortos, magulladas
Las rodillas y el camino en el barro
Donde un ángel abandonó las alas,
Feliz de ser mortal y estar cansado.
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