TROYA CONFINADA DE NUEVO
El año 2020 transformó
nuestra vida en algo nuevo. U n nuevo virus invadía el aire y la soledad y el
temor a lo desconocido se adueñó de nuestras conciencias. Encerrados en
nuestras casas y en nuestras ciudades, oíamos los partes diarios de bajas, como
si una nueva guerra nos asolara. En cierto modo, así era. Unos debían
sacrificarse por otros, es ley de vida. No todos hemos sobrevivido, pero las
huellas quedarán dentro.
No pude evitar el recuerdo de
La Iliada, con el pueblo troyano
encerrado tras los muros, asediados por la fuerza destructora irracional de los
aqueos, dirigidos por héroes monstruosos carentes de conciencia, como Aquiles o
Agamenón. En uno de mis paseos en torno a la muralla de Segovia, nació este
poema.
El
primer combate entre aqueos y troyanos fue seguido de una tregua, que duró
algún tiempo. […] Los troyanos se contentaron durante todo este periodo en
guardar sus murallas.
Ovidio: Las
Metamorfosis. (Libro XII)
INTRAMUROS
Nadie sabe cuánto dura la paz,
Nadie desea llevar esa cuenta
Cuando es feraz la tierra, cuando engorda
El ganado, los hijos crecen sanos
Y, en busca de cobijo y de trabajo,
Otros pueblos llaman a nuestras puertas.
Por eso desoímos los oráculos:
“Cámbiese bronce por hierro, construyan
Los herreros armaduras más sólidas,
Cubran cada rincón los centinelas,
Abunden lechos para los dañados
Y ábranse fosas para los difuntos”.
“Una plaga de guerreros sin alma
Surca el Egeo asolando las islas,
Las naves envían heraldos negros,
Mensajeros que exigen sacrificios.”
Los dioses nos cegaron y cubrieron
Nuestros tímpanos con barro y con cera.
Al otro lado de remotos mares
Gemían las ciudades asoladas,
Los graneros sin grano, los hogares
Sin paredes, torturados los presos...
Algunos huyen del nido arrasado
Para hacinarse en refugios infames.
Ahora el invasor nos ha cercado,
Saetas incendiarias oscurecen
El cielo y crepita el fuego impuro.
Es tarde para lamer las heridas
Cuando la noche y el día se funden.
Triunfan el miedo, el dolor y el silencio.
Fiamos nuestra vida a los candados,
Cerramos las tabernas, la academia,
El ágora, los templos de los dioses,
Las bocas de los hombres, los estadios
De los atletas. Troya ya no es Troya.
Troya es un desierto de mascarillas.
I.
HELENA
SE DESPIDE DEL PRÍNCIPE PARIS
Bésame, aunque las bocas
No deben tocarse en Troya.
Todos cubren el rostro de la corrupción
Que envenena el aire.
La ciudad está cerrada y las naves
No nos dejan llegar al mar.
Bésame para sentir la vida,
Nadie me mira, como si la mascarilla
Convirtiera en vulgar el rostro
De quien fue proclamada la más bella.
Bésame en la distancia,
Mientras los anticuerpos en enfundan
En corazas endebles, mientras los centinelas
Hacen el saludo militar a su reina.
Bésame, príncipe maldito,
Aunque yo trajera la desdicha a la inmortal Troya,
Aunque hoy el centinela, sobre la mascarilla de la infamia,
Me ha escupido con los ojos.
II.
ANDRÓMACA
SE DESPIDE DEL PRÍNCIPE HÉCTOR
Cuando los hambrientos no quieran comer,
Cuando los amantes esquiven el lecho de amor,
Cuando los centinelas pierdan la vista,
Cuando los vagabundos dejen de caminar,
Cuando los suicidas abandonen el cianuro,
Cuando las calles no conduzcan a ningún lugar,
Entonces Troya esconderá sus cúpulas bajo la nieve
Y exigirá nuevos sacrificios
A quienes nada tienen.
III.
TOQUE
DE QUEDA
Ya no hay escaparates ni nadie que los mire,
La tarde hace invisible las luces del desierto
Y un fondo de tristeza dice a las ambulancias
Que el otoño ha dañado el árbol de la vida.
En calles solitarias retornas a ti mismo,
El frío que te habita dibuja soledades,
Intuyes el valor de las pequeñas cosas:
Una simple mirada, una voz, un recuerdo.
Detrás de los cristales apenas queda nada,
Mostradores que exhiben una capa de polvo,
Esquelas solitarias en locales vetustos
Anuncian que se vende, se traspasa o se alquila.
Te cruzas en la calle vacía con un rostro,
Apenas reconoces los ojos que te miran,
Sui tímida mirada esboza una sonrisa.
“Te vendo mi tristeza” murmuras tras la máscara.
Se diluyen recuerdos, tus padres que se fueron;
Tus hijos encerrados en murallas lejanas.
De golpe has descubierto que Troya era mortal
Y ya no quedan rastros de héroes legendarios.
Tropiezas con los muros de la firme muralla,
Asciendes la atalaya, divisas los aqueos.
Tú querías saber cuánto vale una vida.
Ni siquiera te miran. Es el toque de queda.