jueves, 27 de junio de 2013

TRES VIAJES



TRES VIAJES


Tres viajes en uno, el real pero ya transcurrido, el imaginario pero presente en la palabra, y el que otro hará en el futuro siguiendo las huellas del pasado” (Julio Cortázar)


1. EL VIAJE PERPETUO

Tal vez sea pedir demasiado
Para un árbol de fuertes raíces
Romper el alba al sol de Tijuana,
Compartir  la esperanza de joven fugitiva,
Soportar el frío de una celda
Bajo la piel de Nelson Mandela
Y recobrar la limpia sonrisa
De una niña saharaui en Smara,
En la taza de té, al abrigo de una jaima.

Tal vez sea pedir demasiado
Ver el anochecer de Poseidón y el templo
Sobre el Cabo Sunión, con los ojos de Lord Byron,
Cantar nanas tristes en el puerto
A la sirena, hasta amanecer
Cien años en Macondo… Y ser o no ser, tal vez.

Pero aún conservo la esperanza
De borrar los colores, difuminar los himnos.
La única ley es respirar
Y una sola bandera es la palabra.
No hay más patria que el vientre que ha engendrado a mis hijos.
Mi pasaporte es la humanidad.



2. RETORNO A LOS BRAZOS DE ÍTACA 

Uno no sabe qué es Ítaca hasta que ha superado cierta edad. Allí quedó el mito de la tierra que nos esperaba y a la que solo algunas veces regresamos. No siempre reencontramos a nuestros “hermanos en armas”, y sabemos que ya no deseamos vivir allí de nuevo. Pero, a cambio, en nuestros sueños, en Ítaca, nunca estamos solos. 

Recuerdo cuando entraban, hace tiempo, en el puerto
Y muchos deseaban seguir allí amarrados,
Con un pie en la cubierta y el otro pie en la dársena,
Entre el mar y la tierra mirando el horizonte.
     Apenas evocaban la última cantina.
La brisa los unía y el mar era el misterio,
El reto de alcanzar la más remota isla.
Después llegó la vida, pero esa es otra historia.
     Ya sabían que no volverán a estar juntos
E intuían que nunca podrán ser tan felices
Como en esos momentos, mirándose a los ojos
Y sintiéndose aún jóvenes para siempre.

     Volví al embarcadero, allí estaban sus rostros.
Hicimos el recuento. Hay naves encalladas
Entre el ojo del cíclope y el canto de sirenas,
Hechizos de Calypso o víctimas de Eolo.
     Pero allí estaba Ítaca tan bella como nunca,
El muelle y la pradera y el cielo luminoso
Y el tiempo detenido sobre la escalinata
Del palacio de Ulises cerrado por festivo.
     Los brazos de Ítaca obraron el prodigio,
Teñimos nuestras canas de viejos marineros.
Entonamos los himnos, tapamos las heridas,
Inmortales de nuevo, jóvenes para siempre.





3. VINDICACIÓN DE MÍ MISMO 

Es inevitable comentar que este poema lo escribí tras habérseme diagnosticado un cáncer de pulmón. Resultó ser una falso positivo, pero las vivencias que tuve durante algún tiempo adquirieron una particular intensidad, así como los lugares que se evocan sin nombre en el poema. 
Entiéndase también como un homenaje personal a Alcañiz, Aranjuez, La Playa de La Concha, la piscina cubierta de Segovia, Triana, El Montón de Trigo y Peña Labra, Olleros de Pisuerga, Fuente Olmedo, Tortosa, mi casa, la Calle Real y el recientemente clausurado Hospital Puerta de Hierro.

A Mari Carmen, que estaba conmigo o con el móvil a mano.

No pido gran cosa, solo tiempo,
Tierra, agua y cielo,
Leer libros que yacían olvidados en su estante,
Ojear sin rumbo, como quien conquista el universo,
Hablar con el aire y sentirme aire,
Subir un día una montaña y otro día otra montaña,
Cruzar una playa abarrotada, sin conocer a nadie,
Nadar la piscina de siempre, con las mismas brazadas,
Mirar en el espejo de un ancho río la caída de la tarde,
Comer en el único bar de un municipio minúsculo,
Pasear por una ciudad que no había pisado nunca antes,
Volver a un pueblo al que amé y fotografiar su plaza,
Aplaudir a un grupo de adolescentes músicos,
Redescubrir desde niño las mismas calles,
Reencontrar amigos cuya pista perdí hace lustros,
Despertar cada mañana empapado en sudor,
Vivir pendiente de cada día. Y cada hora. Y cada minuto.
Soñar con una abeja gigante y ser inmune a su aguijón,
Inspirar ansiosamente con un pulmón recién operado,
Digerir analgésicos como quien degusta una cena,
(¿A quién puede importarle, a estas alturas, la felicidad?)

Y ascender a un punto alto, y contemplar el horizonte
Y no pensar,
Y vencer el dolor y la inseguridad y la impotencia,
Y pisar con fuerza la tierra.

Y vivir, vivir… Vivir sin más.

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