viernes, 21 de febrero de 2025

MACHADO IZANDO LA BANDERA REPUBLICANA

 El 14 de abril de 1931, Antonio Machado, catedrático de Francés, izó la bandetra republicana en el Ayuntamiento de Segovia. Fue requerido para ello, seguramente, por ser el vecino más ilustre de la ciudad. Para un hombre tan discreto, fue, quizá, su mayor momento de gloria, esa que, según dice uno de sus poemas, nunca buscó.




AQUEL MES DE ABRIL DEL 31

 

Le decían “Charlot” por los andares

Basculantes… Consumía pies planos;

En la boca, tabaco; y en las manos,

La línea de un destino entre pinares.

 

La vida se juega a nones o pares.

Salieron nones y está viudo. Vanos

Amoríos y ardores entrecanos…

Es poeta. La tertulia, en los bares.

 

La vida es como Segovia: en cuesta.

Se detiene. Entona el corazón

La Marsellesa al pie de la escalera.

 

Tres colores… Republicano… Hay fiesta….

“Don Antonio, póngala en el balcón”.

Vivirá mientras viva la bandera.

Cervantes contempla el mar





 CERVANTES CONTEMPLA EL MEDITERRÁNEO


Esta tarde cae el cielo por la frente y yo

no tengo ganas de nacer de nuevo.

Tal vez ni siquiera echo en falta

haber nacido junto a mi soledad,

ahora o en otro tiempo,

aquí o en otro lugar…

 

He aquí las llamas de la caverna

primera, que se enrosca

en la última primavera.

 

¿Y vos os decís mi señor?

No conozco más señor que el dolor.

Que yo nací sin honor,

que ya no quiero ser vuestro escudero.

 

Tal vez en el útero remoto…

Mi primer nido, oculta entre mis sueños,

nació esa raíz que me roba el agua.

Se agotó el oxígeno del que se nutría el fuego,

mi propia necesidad de sobrevivir en el infierno.

 

Y yo si soy un pez

y vos doña primavera,

Sacadme de una vez

De aquesta oscura y fangosa pecera.

 

Sólo si hay vida hay muerte

y la muerte nació conmigo.

¿Es esto filosofía? ¿Un cáncer

entre el pulmón y la conciencia?

Enemigo agazapado, oculto en mis células

más delicadas…

Oh, sí, un lento desfallecimiento.

 

Déjese de Montesinos, que yo esperaba

veros en plena batalla cuando

                        entré al fondo de la cava

 y os hallé felizmente roncando.

                        

Y yo

no tengo ganas de heredar una conciencia,

no tengo ganas de vivir o morir.

Más bien sucede, a mi pesar

que la respiración o el pensamiento

me duelen en cada instante.

 

Así pues, mi señor,

Lo tengo decidido.

Lucíos vos en el palco de honor,

                        Que yo, feliz, me despido.