viernes, 10 de mayo de 2024

FEDERICO GARCÍA LORCA HABLA CON SU VERDUGO

 

                ÚLTIMAS VOLUNTADES DE FEDERICO GARCÍA LORCA




 

Compréndalo, señor fusilero,

¿No ha de temblarme la voz

En el palacio de las estatuas y del musgo?

Pues no permita que le tiemble la uña

Cuando apunte entre mis ojos

Y cuídese de la danza de los murciélagos

Que defecan a traición

En el caño punzante de la aguja

De la mirada del matarife.

 

No somos del mismo cielo, compréndalo.

A mí me gusta que cante la calandria

Por el mes de mayo, cuando hace la calor;

A usted, el saludo de los cuervos enlutados

Que entonan sus negros graznidos

Al rastro ceniciento que cae de sus manos.

 

No escupa por la boca de la muerte,

No sea que le maldiga el réquiem de los pájaros

Que no distinguen las palomas blancas torturadas

De los buitres leonados que alzan el ala derecha.

Porque… ¡cómo huele la tristeza

Del dios de las alcantarillas!

¡Cómo comulgan labios de los anticristos

Condecorados en Roma y Berlín!

 

Compréndalo, señor matarife,

No le falle el pulso en mal momento,

Porque más vale un Federico muerto

Que un García Lorca moribundo y dolorido.

Y a los chupatintas que mojan en las heridas

La pluma de papagayo adoctrinado

Dígales que lleven a Granada

La elegía que ha de escribirme don Antonio;

Estaremos juntos, él atrapado entre montes y arenas

Y yo navegando entre el Darro y el Hudson.

 

Y cuando ya no se escuche la taquicardia

No me cubra de estatuas, mármoles y girasoles.

Déjeme con los obreros cejijuntos,

Con los vagabundos del cementerio judío,

Con Antoñito el Camborio

Y con Mariana Pineda.

La barca sobre la mar y el caballo en la montaña,

Porque la luna negra es patrimonio de todos.

 

 

Y que busquen a Federico los gitanos del Albaicín,

Los arcángeles de Córdoba -lejana y sola-,

Los niños mendigos de Nueva York,

Los bandoleros de Sierra Morena

Los negros de Harlem

Y los poetas huéspedes de las cunetas.

 

Compréndalo, apunte bien,

Porque la luna a veces se esconde entre los musgos

Y los tiburones borrachos remontan los arroyos

Hasta perderse en el Paseo de los Tristes.

Cuando vea murciélagos rondándonos

Piense que vienen a guiarme a la laguna

Y si tienen que esperar la detonación última

Tal vez acaben defecando, con perdón,

En el nombre de tu santa madre.


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